Microbios, inmunidad y comportamiento: la Microbiología como parte de la psiconeuroinmunología

Aunque mucho lo desconocen el campo de la psiconeuroinmunología surgió en la década de 1970, con el concepto de comunicación bidireccional entre el sistema inmunitario y el sistema nervioso central, pero tardó varias décadas en ganar la atención general en la medicina gracias a investigaciones de (Ader y al en 1995; Glaser y Kiecolt  en  2005. Hoy en día   existe una abrumadora cantidad de evidencia que respalda la opinión de que las alteraciones inmunitarias se producen en respuesta al estrés tanto psicológico como físico, y muchos consideran que la desregulación del sistema inmunitario es un componente clave de los trastornos psiquiátricos como la depresión mayor (Dinan , 2009). 

Durante la última década (2010-2020), el eje cerebro-intestino se ha convertido en un foco cada vez mayor de investigación en neurociencia, y existe una gran cantidad de datos que indican que el sistema inmunológico es una importante vía de comunicación entre los microbios intestinales y el cerebro. Esto  lo que hace es desempeñar un papel central  en muchas psicopatologías relacionadas con el estrés y, por lo tanto, proporciona un objetivo potencialmente fructífero para la ampliación de tratamientos terapeuticos más allá de los psicotropicos tradicionales. Desde el punto de vista trerapeutico es de vital importancia  explorar los mecanismos a través de los cuales el eje cerebro-intestino-microbiota regula las respuestas inmunitarias y, al hacerlo, este a su vez afecta el comportamiento, tanto normal como patológico. Hoy en día existe numerosa evidencia que como  la microbiota y los microbios intestinales, desde la infancia hasta la vejez,  pueden manipularse para mejorar la salud mental.

Una cosa que tenemos claro es como el sistema inmunitario es una vía de comunicación clave entre el intestino y el cerebro, que desempeña un papel importante en las psicopatologías relacionadas con el estrés. La microbiota intestinal es un ecosistema complejo con una amplia gama de organismos y una estructura genómica sofisticada. Se estima que las bacterias dentro del intestino pesan más de 1 kg en el ser humano adulto y los microbios dentro no solo producen péptidos antimicrobianos, ácidos grasos de cadena corta y vitaminas, sino también la mayoría de los neurotransmisores comunes que se encuentran en el cerebro humano.  y por supuesto, de como el contenido microbiano del intestino juega un papel clave en el desarrollo inmunológico, algo que ahora está fuera de toda duda.

La interrupción temprana de la interacción individuo-microbio puede tener consecuencias de por vida, no solo en términos de la función intestinal, sino también en los órganos distales, incluido el cerebro y por supuesto las células inmunológicas. Está claro que el sistema inmunológico y el sistema nervioso están en continua comunicación para mantener un estado de equilibrio corporal, esta la base esencia de la Psiconeuroinmunología.  Estos avances se han logrado gracias a estudios que utilizan animales libres de gérmenes, modelos infecciosos, prebióticos, probióticos y antibióticos, lo que ha aumentado nuestra comprensión de la interacción.

El estrés de la vida temprana puede tener un impacto de por vida en el contenido microbiano del intestino y alterar permanentemente el funcionamiento inmunológico. En psiquiatría se ha apreciado durante mucho tiempo que el estrés de la vida temprana también puede afectar la psicopatología adulta. El desafío ahora es ir enseñando tanto a terapeutas como ha pacientes, los mecanismos moleculares que vinculan la microbiota intestinal, el sistema inmunitario, y los sistemas nerviosos centrales en una red de comunicación que impacta patrones de comportamiento y psicopatología, para eventualmente traducir esto en la aplicación de diversas herramientas en que puedan ayudar a mantener a la  salud humana, prevenir enfermedades y ayudar a la recuperación ante la presencia de estas. Incluso en este momento, hay evidencia para identificar sitios clave de comunicación donde las intervenciones microbianas intestinales, ya sea con medicamentos, suplementos o estrategias nutricionales.

La comunicación entre la microbiota intestinal y el cerebro puede ocurrir a través de múltiples rutas que incluyen el nervio vago, los neuropéptidos secretados por el intestino, los nervios sensoriales, las citocinas, el triptófano y acidos grasos de cadena corta (Holzer y Farzi, 2014). El cerebro, a su vez, puede influir en los comensales intestinales directamente a través de la señalización mediada por receptores y las moléculas de señalización liberadas en la luz intestinal por las células inmunitarias o las células epiteliales, en particular las células enteroendocrinas, o indirectamente a través de cambios en la motilidad y secreción intestinal (Rhee et al , 2009). Datos recientes sugieren que la actividad de los microbios también puede verse influenciada por la liberación en la luz intestinal y la absorción de miARN por parte de los microbios. Estos aspectos influyen directamente la epigenetica. Como conclusión podemos decir que hasta hace relativamente poco tiempo, se consideraba que el cerebro estaba fuera del alcance del sistema inmunitario, una opinión que ahora se sabe que es incorrecta, y cualquier que aclame dicha frase esta sumergido en la más profunda ignorancia.

Escrito por el Dr. Samuel Santokh. Si deseas Aprender más sobre el eje Intestino-Cerebro, nutrición, nutraceuticos y suplementación puedes matricularte nuestra formación Nutrición Integral e Inmunonutrición que inicia el 24 de Marzo.

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